Pero era el colmo, no era posible lo que estaba sucediendo. Gina la hormigina estaba enfurecida y fuera de sí. Pobre animalito del Señor estaba más roja que una sandia; miraba con enfado a su grupo de amigas.
Parecía que se las quería comer vivas.
Como era posible si ella día y noche había trabajado, subiendo y bajando, cargando en su espalda el material necesario para construir el arca. Tanto fue su sacrificio que en ocasiones sirvió de inspiración a Noé; cuando este cansado parecía renunciar.
Por eso no entendía como estas sinvergüenzas ahora decidían abandonar la carga que habían heredado de sus ancestros: la cual era trabajar sin cesar.
Estos y muchos reproches más les propinaba Gina la hormigina a todo el hormiguero; que sin más ni más habían decidido a echarse a descansar.
Por todo el lugar aquellas hormigas daban un espectáculo de holgazanería. Unas patas arriba, otros pechos a tierra, otras de costado y las más cansadas despanzurradas con las patotas abiertas, como tomando el sol.
Gina estaba que echaba humo del coraje: donde había quedado el proverbio aquel
” VE A LA HORMIGA OH PEREZOSO, MIRA SUS CAMINOS, Y SE SABIO”
Pero a pesar de su enojo aquel pelotón de hormigas siguió en la misma postura deleitándose de su nueva vida dentro del arca. Gina no quiso desistir, siguió trabajando.
Recorría los grandes pasillos en busca de alimento. Al pasar de los días Gina se sentía orgullosa de sí misma pues acumulo una gran cantidad de alimento. Llego a sentirse autosuficiente, no quería saber nada de sus amigas. Logro hacer un gran almacén y durante semanas construyo murallas para que nadie le fuera a robar todo su esfuerzo.
Mientras tanto las otras hormigas contentas y felices iban de lugar en lugar anunciando a los demás animales las buenas nuevas de DIOS. Pues muchos de ellos no entendían por que los habían traído al arca.
Gina las miraba de reojo y pasaba junto a ellas como si estas no existieran. Pero por dentro se contenía las ganas de disfrutar lo que sus holgazanas hormigas gozaban y es que en cada establo, corral, sala, estancia. Había fiesta cada vez que algún animal se enteraba de que DIOS lo había salvado. Pero lo que más le llamaba la atención es que a sus perezosas amigas nunca les falto el alimento.
Gina endureció su corazón y siguió trabajando hasta el cansancio, el almacén se había convertido en una gigante bodega donde había toda clase de bienes. Gina pensaba que después que terminara este viaje, DIOS por fin vería su trabajo y la dejaría vivir en aquellos nuevos cielos y en aquella nueva tierra.
Y Por más que sus amigas le explicaban que DIOS ya la había salvado y la aceptaba así como era. Gina seguía afanada y cargando “SINO DUELE NO SIRVE” decía con firmeza mientras acarreaba toda clase de carga a sus espaldas.
Al poco tiempo GINA enfermo. Su compulsión por el trabajo la obligaron a quedarse quieta. Al principio refunfuñaba por su situación pero al paso de los días aquella quietud la lleno de paz. Sus compañeras nunca la dejaron sola.
El día que abrieron la puerta del arca un torrente de aire, tiró frente a los ojos débiles de Gina; aquella bodega repleta de bienes: el sacrificio de toda una vida dentro del arca.
Esta vez Gina la hormigina no refunfuño ni sintió pisca de dolor por la perdida. Pues al ver la luz que surcaba sus ojos y aquel día glorioso supo lo que era vivir bajo la gracia de DIOS.
A partir de ese día; En aquella nueva tierra. Gina desparramada boca arriba descansaba como nunca en el SEÑOR.