miércoles, 7 de diciembre de 2011

CANO UN LEONCITO MOLESTON


Cano  era un cachorro
 dispuesto a todo.
 Su padre
 era el rey de la selva
 y su madre 
la más temida de las hembras. Por lo tanto el pequeño cachorrito  sentía que podía hacer cualquier cosa sin que nadie le  dijera nada.

Engreído y  soberbio se paseaba por los pasillos asustando a los cachorros mas inofensivos de las demás razas.

“YO HE NACIDO PARA DEVORAR” les decía intimidándolos  con sus pequeñas garras que a la verdad parecían más bien patas de un osito de peluche. Pero, Cano se sentía soñado molestando y asustando a sus compañeritos.

Aunque de los animalitos el que más le temía era un pequeño corderito. Parecía una bolita de gelatina  temblorosa  cuando cano se le acercaba   asechándolo. Cano se revolcaba de risa al ver al corderito tiritando los dientes de angustia.

“’¡¡¡YA VERAS CORDERITO!!! CUANDO SALGAMOS DE ESTA ARCA TE VOY A COMER” jajaja se escuchaban las carcajadotas de Cano.

Al pasar el tiempo el arca fue abierta, los animales corrieron jubilosos a su nueva vida, brincaban y saltaban de alegría. Solo aquel corderito iba con mucho temor, no olvidaba lo que con tanta insistencia le decía el leoncito

” TE VOY A COMER, SALIENDO DEL ARCA”

Por eso el corderito caminaba nervioso y con el corazón en un hilo, en medio del rebaño de su familia. Mientras caminaban CANO hacia lo imposible para alzar su pequeña pezuña desde lejos  para asustar al corderito. Que caminaba más temeroso que nunca.

Después de caminar algunos kilómetros, los animales comenzaron agruparse buscando las sombras de los arboles. En esos momentos no había distinción la manada ya no era distribuida por razas. Las razas habían desaparecido todos eran desde ahora una familia.

Cano y el corderito no entendían nada de lo que estaba pasando. Como era posible que el  Papá REY DE LA SELVA Y Papá CORDERO PASTARAN JUNTOS COMO SI FUERAN  DE UN MISMO LINAJE.

Fue entonces que algo paso en el interior de los dos pequeños. Cano ya no sentía ganas de asustar a su compañerito y el corderito ya no le temía al gran CANO. Al contrario su interior se agito con muchas ganas de compartir  esta nueva hermandad que experimentaban.

Fue así que se fueron acercando, al principio con cierta cautela pero al estar a unos metros corrieron el uno al otro en un acto jamás visto en la historia humana. El cordero y el león, se abrasaron con gran amor y con gran júbilo, derramando hermandad por todos lados. Rodaron por el pasto como dos lindos cachorritos riendo como nunca para la eternidad.

¡CUAN GRANDE ES EL SEÑOR¡